Me salen, de vez en cuando, relatos muy cortitos. Pequeñas historias con principio y final. Hace no mucho algunas estaban pululando por la red. Hoy, me apetece rescatar una que lamentablemente sufrío los efectos de una crisis destructiva. Es además una pequeña dedicatoria a la señora que tuvo a bien traerme a este mundo. Le encanta, y me pide que se lo imprima para enseñarle a sus amigas las cosas que escribe su hijo ¡¡Lo que hace el amor incondicional!! Besitos para mamá y con toda mi modestia, una historia corta.
Basado en una historia real
Entré en la habitación. Me deslumbró la luz. Ella estaba allí.
Hola pequeña, ¿que haces tú por aqui? Lo pensé pero las palabras no salieron de mis labios. Simplemente me dediqué a hacer lo que había ido a hacer, dándole la espalda. Tras acabar, me giré. Ella corría de un lado para otro de la habitación. Histérica.
Estás asustada ¿verdad? Lo pensé pero las palabras no salieron de mis labios. Seguía dandovueltas como una loca. Yo ahora, simplemente la observaba, absorto, en cierto modo fascinado ante su pánico, incapaz de hacer otra cosa que no fuese correr y correr en absurdos círculos.
Pobrecita... Lo pensé pero las palabras no salieron de mis labios.
Aunque, ¡Un momento!, de repente el movimiento dejó de ser aleatorio para concentrase en unatrayectoria concreta. Se estaba dirigiendo hacia algún sitio en especial, cada vez más deprisa. Seguramente sería su escondite. Su camino le llevaba en dirección a la puerta. Sí, estaba claro, se dirigía hacia la puerta, no hacia la salida si no hacia la vieja puerta de madera algo agrietada ya por la humedad. Y allí, entre el suelo y ésta metió su cabecita y una pequeña parte de su cuerpo y se quedo inmóvil... muy quieta. No podía dejar de mirarla, tan quieta. Seguro que ya se sentía a salvo. Sonreí al ver su culo gordo absolutamente expuesto a mi voluntad deidífica, bote de insecticida en ristre a modo de cetro sagrado. Pero, ¿realmente quería destruirla? No, decidí que no iba a liquidarla. Le perdonaría la vida. El numerito que montó bien valía un día más de su (¿estéril?) existencia cucarachil.
Volví a la cama. Ya había meado y me encontraba mucho más a gusto.
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martes, 20 de febrero de 2007
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