-Creo que lo que necesito es matar a alguien. Despues de soltarlo, acabó su cerveza de un trago. Luego limpió con una pequeña servilleta el par de gotas que se habían derramado y contiúno diciendo. -Sí, matar a alguien. Eso es lo que necesito. Matarlo con mis propias manos, a hostias. Reventarle la cara a puñetazos. Sentir el calor de su sangre cayendo por mis codos. Oir su agonía, sus gritos de auxilio. Sentir su dolor. Verlo suplicar por su vida. Verlo llorar como un niño mientras no paro de darle más y más golpes.
Yo lo miraba, entre asustado y divertido porque, aunque cuando hablaba le brillaban los ojos de una extraña forma, y su voz estaba llena de vehemencia, no podía creer que estuviese hablando en serio.
-No jodas- respondí con una sonrisa. -Claro eso es justo lo que le hace falta a cualquiera. Yo lo pensé el otro día también y estuve a punto de cargarme a tres guiris con pinta de pardillos pero al final, pasé. Llegaba tarde al curro, ya sabes... los jefes soplapollas y los asesinatos triples son algo difícil de compaginar.
Su cara cambió y también lo hizo su voz. Fue entonces, después de soltar la coña, cuando empecé a preocuparme. Muy serío, me miró fijamente a los ojos. Me acojoné.
-Crees que estoy de broma. ¿Verdad? Pues no es así. Quiero matar a alguien con mis manos.
-Venga ya. No, no... no puedes estar hablando en serio.
-Sí. Completamente. Le he dado muchas vueltas. Tiene que ver con mi yo más primitivo. Mi instinto de depredador se ha despertado y algo dentro de mí me dice que debo saciarlo. Ver el terror en los ojos de la presa y saber que soy superior, que el que decide si vive o muere soy yo. Saber que puedo aplastarlo con mis propias manos...
Silencio. Unos segundos de helador silencio rotos por sus últimas palabras:
-Y hacerlo.
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sábado, 24 de marzo de 2007
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